Todo el sufrimiento inútil que padece el género humano, que es mucho, procede de la estupidez emocional: falta de empatía, intolerancia a la frustración, crítica gratuita indiscriminada, victimismo, autodesprecio, envidia, compulsión, obstinación, agresividad, adicción a la infelicidad.
La felicidad como objetivo no funciona. Toda vida tiene una dosis de sufrimiento ineludible como la frustración, la enfermedad y la muerte. Decir a alguien que su meta es ser feliz sería estafarle. La felicidad sucederá, pero no es la norma. Lo cabal es saber y aceptar el dolor inevitable, porque mucho sufrimiento procede de no aceptarlo, y evitar al máximo el innecesario. Siempre coleccionamos excusas para ser infelices.
La estupidez engendra todas esas cosas y se alimenta de ellas. Nadie está exento de la estupidez, todos las cometemos alguna vez. Como sociedad la vemos en las guerras o en la destrucción del planeta. En la familia, cuando nos atacamos psicológicamente, somos poco empáticos y nos quejamos del otro.
El estúpido emocional se especializa en criticar, ve la estupidez ajena y se concentra en ella, es más cómodo. Son personas rígidas en su pensamiento y muy susceptibles, que se mueven en dicotomías del tipo bueno-malo. La estupidez aumenta con la práctica. De hecho, para justificarla se suele incurrir en otra, y es muy contagiosa. Debería existir la asignatura de estupidología, ya que dedicamos escasa energía a un fenómeno que condiciona nuestra vida y sociedad.
La estupidez es irracional como la crítica gratuita. Hay grandes mentes muy estúpidas que siembran a su alrededor sentimientos negativos innecesarios.
El autoengaño es la mayor estupidez, y contra eso sólo podemos autoeducarnos día tras día. El sufrimiento humano procede de las ideas irracionales que no son más que exigencias, “los demás tienen que comprenderme”, entre otras. Hasta que aceptamos que para los demás nuestros problemas son de una levedad inconmensurable, nos vamos neurotizando cada vez más.
Nos tomamos demasiado en serio y somos víctimas de nuestra propia manera de pensar. Habría que preguntarse cuánto hay en nuestra vida que estorba o enmaraña: pensamientos, costumbres, ruido. La idea de que la felicidad es la conciencia de la propia mejora parece extenderse.
Paz Torrabadella recoge todo esto en su libro “Estupidez Emocional”, donde describe la estupidez como una enfermedad que no la sufre quien la padece sino quienes le rodean, y que se fundamenta en el tiempo. Si alguien repite una estupidez el suficiente número de veces, acabará considerando esta actitud como normal, la defenderá y la incorporará definitivamente en su día a día.
Otra cosa que atufa en la sociedad del malestar. Con subdesarrollo emocional, toca lidiar estúpidos, entre otros serecillos.